-Acababa de cerrar el gimnasio. Yo llevaba una bolsa y una riñonera colgada del hombro. Y el ocupante de un coche bajó la ventanilla para preguntarme la dirección de un garaje. Tenían acento del Este, creo que eran rumanos. Eran dos coches. Iban cuatro personas en cada vehículo. Yo les dije que si continuaban recto había una gasolinera y ahí podían preguntar la dirección.
-Dos de ellos quedaron muy malparados. Tuvieron que recogerlos.
-Eso es aplicar las artes marciales a la vida...
-Imagino que recomienda a todo el mundo saber algo de artes marciales para defenderse.
-La verdad es que no. Solo apliqué mis conocimientos.
-Me defendí como pude. Pero es cierto que mi profesión me ha servido para librarme de ellos.
-Me llevé el golpe que me dieron en la cabeza. Me hizo sangre y debería haberme dado algún punto... [comenta mientras baja la cabeza y señala un corte en la coronilla].
-Que sepan de artes marciales, que no es lo mismo que los deportes de contacto. Este tipo de artes te obligan a tener disciplina y confianza en ti mismo.
-Sí, me golpeó uno de ellos en la cabeza. Y acto seguido me defendí. Salieron tres de un coche y luego otros dos. En total eran cinco, mientras el resto permanecieron en el coche. Conseguí tirar a dos atracadores al suelo y fue entonces cuando me dijeron: «Nos vamos, no queremos más». Y se fueron.
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